sábado, 19 de junio de 2010

Infancia

Un plano de amarillos anticuados
de una ciudad donde no volveremos.

Las calles como venas amaestradas
siguen rectas su nombre sin paisaje.

Quedan jardines, plazas con vigencia,
pero no pisas por allá a menudo.

Muy lentamente puedes transformarte
en todo aquello que has odiado tanto.

Los mapas nunca huelen al acento
de los que los habitan con paciencia.

Todo desaparece ante el turista,
el sol humilla su frente dorada.

Silencio en los bolsillos de la noche
para limpiar la espesa telaraña.

Respiran las facciones alteradas
forradas de adhesivo transparente.

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