Mi padre no podía conducir
aquel Renault 21,
moría Yourcenar.
Crujían los parquets,
iguales, diferentes,
los pueblos se esforzaban
en desangrarse en el terror de siempre,
pesetas
con cara y cruz,
con dos perfiles,
con águilas, coronas;
la bamba y la isla bonita,
Green Day Y Guns & Roses
manchándose las converse en garajes.
Pasaban cosas, claro.
Literas, alquiler. Nada ha cambiado.
La muerte es otro útero.
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