Descanso al fin en paz entre los hombres,
confieso que he bebido.
Me amaste como soy,
-¿qué hacer?- yo te mentía
por tu felicidad.
Los edificios los sostienen flores
al sol quemadas en sus maceteros,
las discusiones huelen a licor
reseco.
Y las palabras cesan sin piedad
de perdonarme.
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