A Carmen.
¿Qué hacer sin tú mirada siempre atenta?
No sabes cómo me preocupa el tiempo
de té, café, cigarros,
tan presto a dividirse -sin fisura,
el tiempo de un consejo.
Y me pregunto quién seré a tu vuelta,
si habré podido hacer las cosas bien.
Estás bonita al pie del rascacielos,
y se te ve feliz como a nosotros,
se te ha pegado la mitología
del Hudson en los labios.
Y todavía no te has ido, amiga.
Tan sólo suerte, y nada más te mando,
estas horribles ganas
de señalar aviones,
de que te vayas feliz a la vida,
que sepas olvidarnos, sólo un poco.
1 comentario:
Hoy me he despedido de ella y tengo una sensación muy extraña: no sabía que se puede llorar de tristeza y felicidad al mismo tiempo.
Precioso el poema. Besitos
Publicar un comentario