sábado, 26 de mayo de 2012

Las luces y la carne, la caricia
falsificada, feria de inmediatos
placeres, sórdidas guirnaldas rosas
igual que besos ñoños, y el chantaje
de exigir una pizca de cariño
aunque nos conozcamos demasiado.

Lo veo amarillento, como fotos
quemadas por los años de intemperie,
como si todavía no llevase
flores sobre una piedra con tu nombre.
Quizás te reconozco más perfecta
ahora que te devuelvo al reino de los vivos.

Y desentierro las viejas postales
de países que no asombran a nadie,
de historias aburridas y gastadas
para reconocerme que ya no vales nada
por más que yo te intente, porque la realidad
es un motor atroz que siempre acaba

por echarme a perder, y a ti conmigo.

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