Pensaba que eran ascuas las cenizas,
las protegí del aire y de la lluvia,
las escondí en un nicho y las soplé,
dormí tranquilo en su calor fingido,
luché contra las tribus extranjeras
a mí, asé tubérculos preciosos
tan solo con su inerte indiferencia.
Alrededor alcé ciudades blancas
y piedras con el gesto de promesas,
familias, templos, dioses y aristócratas.
Y se volvieron blancas y los árboles
murieron con los viejos de su sombra,
los hombres y mujeres fueron blancos,
estériles maderos asexuados,
sus lenguas se volvieron obsidiana,
mataron y murieron todos, todos.
Un ángel vino raro a consolarme:
<< De nuevo, siempre el mismo error de siempre,
la exhumación del virgen Prometéo.
Mas no vendrás, pues solo tienes estas
cenizas sucias que llevaste de
tus manos blancas a tu boca roja,
tan poca es tu verdad.>>
1 comentario:
seguro que no tiene nada que ver, pero... ¡quien quiere saber y con ello, dejar de ser niño? yo no desde luego
cuando te vuelva a ver, me dices de que va de verdad
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