lunes, 26 de enero de 2009

Agosto

Por su dolor recuento mis edades,
catálogos de invitaciones
y despedidas en perfecto sigilo.

Agosto se difumina entre los dígitos del año,
sus días incansables y su luz pegada
al cuerpo, la piel enrojecida o tosatada.

Allí todo se movía deprisa,
la única manera factible de desplazamiento
era correr hasta escuchar
la suela de las zapatillas en una calle
de tierra
donde mancharse con salud las manos.

Y, sin embargo, todo estaba quieto, como horas de perpetua siesta.

Aquella casa estaba sobre una cuesta,
pero al final de otra cuesta. El pan costaba
pedalear más fuerte.
Bajar al cauce lunado
de charcas era más sencillo.

..................................................Lar ranas
respetaban el silencio
de aquellas aguas estancadas.

Tenía una biciceta sin alas
de la que aprendí a tirarme, contaba
los moratones de las piernas por victorias,
y masacraba
franceses y abisinios por decenas.

Y me pasaba el día comiendo
por diversión,
la plenitud de hallar una hortaliza en su color.

Brincaba por la iglesia hasta mirar
un horizonte caído,
también las mañanas de misa
saltaba inquieto, a veces escuchaba si la historia
sabía entretenerme.

Cuando caía, como respirar después de mucho tiempo,
la noche,
barría las estrellas desde la puerta.
Nunca
las intenté contar ni recordaría ahora
las líneas que creaban.
Recuerdo que tampoco se movían.

Ahora sé
que son lo único que no ha cambiado desde entonces.

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