domingo, 9 de mayo de 2010

En la memoria de la piedra está
de los cuerpos la tensa primavera.

En tu cocina, luz
del sol, las cinco y cuarto.

Un juego de fronteras entre objetos,
tu vas del fregadero a la nevera
-en dos pasos y medio.

La claridad parece
el truco de los presdigitadores.

Sostengo un libro, bebo
de los aromas del café su precio.
No es justa la belleza.

Más lejos la tormenta se ha enredado
en las viejas antenas de los bloques.
Allí se han heredado

sudor, oficio, historia...
Un viejo que no puede con agosto,
amantes desatados, hijos rotos...

¿qué guarda una terraza
bajo el caparazón de PVC?

Sobre la mesa blanca de madera
el blanco es diferente.
Hay tanta luz tapando

tantas mentiras...
Seguro de quererte estiro el humo

de imaginarte hablándome con prisa,
atenta a otros asuntos,
como intuyendo en mi silencio el peso

de la intuición de un mundo,
un tiempo pervertido,

en donde lo mejor nos ha pasado
o no nos pasará.
Huele a jabón ahora.

Te acercas y me obligas
a sentirme feliz por estar vivo,

a dar las gracias por mi muda voz.
Lavo la taza de café y nos vamos.
Te quiero. Todo es triste y es hermoso.






4 comentarios:

Óscar Santos Payán dijo...

Me gusta el poema tormentoso. Un abrazo

Anónimo dijo...

Menudo final...
Impresionante.

(¡No te vi el miércoles pasado!)

Ya he terminado el libro de F.B.R., te contaré. Y creo que algo me tienes que contar tú...

Besos,
M.

L dijo...

Genial, flaco.

tercera_espectativa dijo...

Gracias a todos!
Pues sí que estuve el miércoles M, no fue como para perdérselo.