viernes, 5 de septiembre de 2008

Marte y Eros apuntan sus cervezas en mi cuenta

La tregua fueron noches de permiso
en la cercana retaguardia,
curarse las heridas con un cuerpo
que miente sin piedad.

El aire que oxidaba las lágrimas violetas
de agosto
cruzó los trópicos de los ombligos:
retroceder era cuestión de tiempo
y las banderas blancas de los ojos
gimieron sin saber por qué,
si de placer o de dolor, por crímenes
que no cicatrizaban en la piel.

Aquí lo descubrí:
en mi trinchera sólo cabe uno,
las flores dicen: quien quiere nunca olvida.

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