Hoy frío,
mañana paz
acaso
o nada.
La gente pasa anónima
e inanimada, piden
su turno, eligen
el lado de la acera
que no descubra la mentira
de un mal tinte.
Se ocultan de la lluvia,
y es triste porque
hacía mucho tiempo
que no venía a desteñir
el humo, y las muchchas
taparon sus cabellos,
igual que si valiesen
la pena,
muy desagradecidas.
Las calles se han llenado de paraguas
y, en los semáforos, el miedo
ha desatado manos
y prisa, algun insulto
chocando en los espejos de los coches,
blasfemias
en el transporte público...
Parece
que nadie nos echó de menos,
por cuatro gotas una dotación
de intrépidos bomberos
-quizá borrachos o dormidos-
a punto de reinagurar una rotonda.
Y, claro, ahora dicen
que ya sabían que ese árbol
iba a caer
o que la alcantarilla -estaba claro-
estaba sucia, el charco
tenía que crecer...
y la señora que le sube la tensión
por los relámpagos...
y luego están las malas caras.
Pero lo que me importa de verdad
es no haber podido retenerte
un día de diluvio y enseñarte
que a veces
no importa la lluvia.
Lo del desorden público
lo llevo con humor.
1 comentario:
"Pero lo que me importa de verdad
es no haber podido retenerte
un día de diluvio y enseñarte
que a veces
no importa la lluvia."
Me quedo con esto.
Es vrdaderamente hermoso.
Estherbis
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