Juguemos a intentar palabras.
Probemos, por ejemplo, con
felicidad
-es un depredador que siempre acecha-.
Le sobran siglos de desgaste de uso fácil,
pero si digo
qué sórdida la luz de tu ventana firmemente persiguiendo
mis ojos desacostumbrados
en tu melena
desnuda y corta,
podríamos hablar
de algunos nombres rescatados por unión:
voracidad posible.
Pero es muy pronto para la modestia,
debiésemos citar a lo imposible,
y se me ocurre: siempre
-manías de no prometer, jamás
se dice siempre, nunca,
ni nunca,
ni la torpeza de un sinónimo forzado.
Si no puedo quererte para siempre
he de quererte para nunca. O hoy.
Y todo, por supuesto.
Entonces:
Felicidad: voracidad posible y todo lo imposible.
También milagro cotidiano
como un buen plato de lentejas de mi madre,
un niño que se cae sin gravedad,
un beso, re-encontrar o calcetines nuevos.
Y siempre (con perdón)
seríamos felices lejos
o muy lejos,
o más felices.
Extraño, cotidiano, inconstante.
Sería justo
decir
también
contigo,
al menos hoy;
pequeñas cosas, grandes intenciones.
Redefinamos, pues, Felicidad:
Voracidad posible y todo y todo lo imposible, acaso
muy lejos,
milagro cotidiano de otros muchas de las veces,
extraño estadio de conciencia y don
impertinentemente inconstante,
o tú o contigo
con las pequeñas cosas diferententes -cenas en la calle los domingos tarde,
llamadas a deshoras, música y alcohol-
y ya veremos qué intenciones
porque sobretodo es hoy.
Un precio justo o asumible
por un placer que no nos decepcione,
que valga
la pena,
la felicidad.
1 comentario:
...sobretodo que valga la pena...
Publicar un comentario