Azules como piedras,
como quien ha vivido y muerto mucho,
así le arrastran sus ojos
la sombra
gris,
más gris de toda la ciudad.
Usando el frío para no pudrirse,
la barba y un cartón para dormir,
la voz de lija,
como las horas,
mastica escaparates.
¿Alguna vez vivió?
-Chico, ¿tienes una moneda?
Bajo las migas caducadas,
se queda a punto de emerger una sonrisa,
pero no está ciego,
ni es
un árbol.
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