No recuerdo muy bien cómo llegamos a eso, pero acabamos hablando, casi conocidos.
Pagué una copa,
ella el puso el resto, todo lo que había que poner, pero antes estuvimos hablando.
Había estudiado la misma carrera que yo, pero sólo los dos primeros años.
Empezamos con lo poco que recordaba de semiótica, morfología, sintaxis generativa...
Recordaba incluso a algunos de mis profesores.
Pero no bajamos hasta su infancia ni su vientre a aquella hora.
Después me dijo:
-Chico, vamos, yo
no cobro por horas. Dime, ¿qué te gusta?
Pagué, volví algunas veces, decía que encontró el camino recto.
Yo nunca la besaba, ella no sonreía.
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