Entonces no buscábamos amor,
y fue molesto acostumbrarnos tanto.
La misma herida
poblaba
costados diferentes.
Tu nombre se hizo luz en los teléfonos
y plomo en las facturas.
Tú te dolías -nada grave, pero
no puedo resistirme a unos ojos tristes-
te preocupaba
tu libertad, el mismo hada
que me sembró de fuego.
Y como te pusiste de mi lado,
el tiempo se hizo estrago en la memoria.
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