viernes, 2 de enero de 2009

Ego

No se hace más pequeño
tu cuerpo en una cama grande,
ni más redondos, grandes,
tus ojos al cerrar mis ojos.

No gritas menos cuando no te escucho,
ni dejas de pararte
frente a las tiendas y su engaño calculado
de luz, color y espejos
cuando paseas sola.

Regresas a tu casa sin dejar
el gesto serio de tu rostro
en el perchero,
los labios sucios de un carmín apático.

Inalterable, te repites
cruzando el tiempo y las ciudades,
de ti a ti a cada instante,
furiosa y tierna,
debajo de mis manos, dormida
en un vagón de tren.

Tú siempre, tú,
tus uñas rojas y tus muslos blancos
y tu pequeña
sonrisa de inocencia,
la indecente soledad de los amantes.

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