miércoles, 7 de enero de 2009

Parte de incidencias

¿Recuerdas cuandos nos creímos
invulnerables a los males
que otros pares de personas sufren?
¡Qué idiotas!

Has de saber, amor, al menos, que
de orgullo estoy henchido.
A pesar
de ser pequeña de estatura
supiste
permanecer en lo más alto, y si no diste
tu brazo a torcedura
será porque prefieres un esguice de verdad
que uno de esos morise de mentira.

Sacaste pecho -amor,
si a mí me gusta como estaba-
dijiste todo y acertaste,
pediste
perdón y no dejaste
de tirar piedras. No mentiste,
no fuiste injusta,
y si lloraste,
no fue buscando mi clemencia.

En paz contigo, solo te quedaba yo.
Si fueras un poco más tonta, digo,
si fueras tonta,
hubiese aullado dentro de tus ojos.
Bastó hablar.

Amor, tendré
que apedillarte guerra,
pues si amor te llamo porque para amar me vales,
me vas igual de bien si tengo
que presentar batalla.

Y me conformo.
Tus cartas,
mejores que las mías; sabías
cómo era la jugada,
manejaste la partida.
Piadosa,
no hiciste astillas de mis huesos caídos.

Lo mismo no te quiero más,
pero ni soy más tonto
ni tuve que humillarme, como acostumbran a exigir
ciertos reptiles
vestidos de mujer que he visitado.

En fin, al menos,
te quiero igual,
quiero tu guerra.

1 comentario:

Las siete vidas de una gata dijo...

ya tiene nombre la otra trinchera