jueves, 11 de marzo de 2010

Esto no es un espejo
donde poder mirarte.
Aquí no puedes asomarte al mundo
ni regañar a tu vida de pena,
tu jefe, tus horarios, tus atascos.
Esto no es un lugar.
Los alemanes le pondrían nombre:
la no-vida, tampoco exageremos,
que no es la muerte, no.
Es donde estabas tú
antes de que papá y mamá se viesen,
menos que más, espero que así sirva.

Y todo espera a ser nombrado y libre
en la cadena de una nueva voz,
para existir de nuevo.

Tu cuello es la paciencia de los tallos
bajo la luz silbante de las hoces
por como he de agachar
mis hombros a tus hombros
y convertirme en río y en ciudad
para apretar mi cuello contra el tuyo
solo por conseguir
un latido escuálido de tu arteria;
luego tus pechos son solo tormentas
por la manera en que mis manos, montes
de sangre y sombra, posan
su dictadura sobre
tu nieve, aunque eres un verano seco.

Y todo así, todos los cuerpos tuyos
y míos, y las lámparas, y el cuadro
con un mar lleno de reflejos,
y las mesillas, y el ventilador
de aquella habitación, y los caminos...
nada conservará su nombre. El sol
es solo azúcar como las demás
estrellas en el fondo del café.
Haremos un no-mundo,
y los objetos en su democracia
habrán de hacernos libres.
Todo se está esperando a que lo crees,
para que creas que este nuevo amor
es la única manera de olvidarnos.

Porque al volver tú serás tú y no
una estación y vuelven
los miedos a no ser velas perdidas
bajo la cama, el cuello
un mueble que sujeta
la agenda en blanco,
por no decir del pobre corazón,
sin voluntad ni pausa,
y sin poder cansarse de latir
por algo tan obsceno como un lunes,
y todo así, más feo.

Tú serás tú, la fuerza alegre y joven
eternamente para no entender,
la excitadora de cinco sentidos,
parte del extrarradio de la Historia
-siento haber escrito esto-
la chica que ha pasado por la tarde
en frente de una casa abandonada,
el pan de la mañana,
la que miró al cruzar,
los pantalones ajustados vistos
por un adolescente, los zapatos
que quiere esa señora
o lo que llega siempre tarde a casa.
Quizás igual que fuiste,
pero ya no bajo mi espuma y hierro.
Y yo te habré olvidado,
dispuesto a ti, al azar
de una vida precocinada y fría
de nuevo, por la fe.

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