domingo, 13 de junio de 2010

Aprietan los océanos la tierra,
el silencioso prólogo
de todas las historias repetidas.

Descansa en las orillas
hasta que el cieno alcance la cintura.

Esta ciudad es una bestia incómoda,
sus venas alumbradas, su corazón muriendo...

¿por qué escribir si cuerpos
y días en los poros de la tierra
son sueños yermos al cambiar la luz?

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