viernes, 5 de diciembre de 2008

Antecedentes

Te pongo siempre en duda.

Despierto.
Mastico el aire denso de mi cuarto y me pregunto
por qué aquí, sobre mi cama,
intento comprender
cómo he llegado a este día,
con estas deudas,
a qué se deben
mis créditos,
esta paciencia utilizada por los otros ante mí,
que ellos soy.

Y me imagino a un simio con mis ojos,
los rizos de un antiguo rey
como los míos,
porque quizá el sudor de mis axilas
estuvo en las axilas de un esclavo.

Están aquí, acechan
sus ruinas poderosas
y quieren decidir mis días.

Entonces miro la hora y la fecha en teléfono
-adviertase que este verso
hace sesenta años
hubiera conseguido encerrarme
junto a otros locos-
entonces, digo, miro
la hora y te decido.

Te llamo porque sé
donde querría estar mañana.

No hay comentarios: